Este gesto parece provenir de los pueblos de Inglaterra. En el siglo XVI los accidentes, enfermedades y otros infortunios eran atribuidos a los actos de fuerzas malignas. Las brujas, fantasmas, duendes y otros seres sobrenaturales eran considerados muy reales. La gente confiaba en la fuerza de la fe cristiana para contrarrestar las influencias negativas. Toser, estornudar e incluso mencionar la gripe (que para muchos era símbolo de la peste) eran consideradas razón suficiente para hacer la señal de la cruz.
La forma correcta de hacer la señal de la cruz implica tocar la frente, el pecho y los hombros con la mano derecha, pero se creía que el símbolo podía realizarse de manera más discreta. Así, cuando se estaba en presencia de alguien de quien se sospechara que tenía contacto con los seres malignos se podía hacer una “cruz”, ya fuera cruzando los dedos índices de cada mano, o cruzar el dedo índice y medio de la mano derecha. Por supuesto también se podían llevar cruces y biblias para usarlas como talismanes, y se creía que, como en las películas del conde Drácula, estos objetos combatirían las fuerzas oscuras. También se podía llevar una guirnalda de ajos e incluso pequeños cascabeles, con cuyo ruido se esperaba asustar a los demonios. Con el tiempo el significado original del cruce de los dedos cambió, y pasó de ser un talismán contra los espíritus malignos a un amuleto instantáneo de buena suerte.