Santiago Reyes Quezada nació en Los Ángeles, California en el año 1922, desde pequeño sus padres lo llevaron a Tampico donde pasó su infancia, y muy joven ingresó al mundo del hampa realizando pequeños robos, en marzo de 1939 con 16 años de edad su vida ya estaba marcada por la senda del mal, se relacionó con criminales y fue asiduo visitante de los antros de vicio donde se introdujo en el terrible mundo de las drogas, comenzó su actividad desvalijando autos, luego asaltó comercios y casas, en 1945 entró a robar un negocio en Morelia y mató a tiros a la propietaria, por lo que escapó hacia Jalisco, donde fue detenido, ofreció dinero a tres custodios y no sólo lo dejaron libre, sino que se fueron con él, después los cómplices se separaron y Santiago regresó al Distrito Federal donde compró uniformes de capitán del ejército, y mandó hacer unas placas con el escudo de la secretaría de la defensa nacional, ensayó el paso marcial de los militares, la frialdad en el rostro, dureza en la voz, el porte distinguido, y se lanzó a la calle a conquistar muchachas y a engañar policías, en aquella época Santiago ya era conocido como “El Capitán”, su modus operandi incluía aparecerse sorpresivamente a los policías y ordenarles vigilar supuestas casas de funcionarios, y por estas apariciones fugaces fue conocido como el “fantasma”, para esas fechas ya nadie dudaba que este capitán era en verdad un fantasma y fue entonces que su fama creció, en ese tiempo ya había formado una banda, en la década de los cincuentas aceleró su actividad delictiva, era tal su fama que todos los crímenes de la época se le atribuían, en 1971, después de tantas recapturas y escapes, el capitán fantasma entró a la penitenciaría de Puebla donde enfermó y fue llevado al hospital en donde de nuevo escapó descolgándose de un muro con una cuerda que le vendió el policía que lo custodiaba, no había reja que lo detuviera, fue huésped asiduo en correccionales y en el mismo Lecumberri, de donde escapó varias veces, cuando era atrapado de manera cínica aceptaba su culpabilidad, y él mismo confesó ser culpable de 17 asesinatos y también confesó que los autos que robaba se los vendía a agentes del servicio secreto, en 1981 su estado de salud empeoró y en febrero de 1982 reingresó a la penitenciaría poblana y pocos días después murió. Más de cuarenta años había militado en las filas de la delincuencia, vivió una vida turbulenta, siempre huyendo de la justicia y burlando a la policía, era un ladrón indómito, un perverso personaje que tuvo una muy larga carrera criminal, asesino sin corazón y con una audacia y habilidad para fugarse de las prisiones nunca vista, sus fugas eran espectaculares lo mismo que sus apariciones y no había reja que lo detuviera, al final se convirtió en leyenda, se hicieron películas y corridos pero de aquel muchacho de expresivos ojos azules al final de sus días sólo quedo su bien ganado apodo: “El Capitán Fantasma”.