José Ortiz Muñoz nació en Durango, y se incorporó a las filas del Ejército cumpliendo su sueño de ser Soldado para luchar contra los opositores del gobierno, apodado “El Sapo” por sus ojos saltones, aquel hombre chaparro y de complexión robusta tenía en su negro historial la vida de más de 100 personas, crímenes cometidos entre los años 1920 y 1940, el 2 de enero de 1946 en Guanajuato mató con una ametralladora a 150 personas en una concurrida manifestación de sinarquistas, por ésta razón fue detenido y recluído en el Palacio Negro de Lecumberri, El Sapo llegó ahí cuando tenía 42años de edad y con una sentencia de 28 años de prisión, pero su condena aumentó 30 años debido a que el 7 de enero de 1950 mató dentro de Lecumberri a Isidro Martínez García, un ladrón cubano que se hacía pasar por yucateco, este crimen el sapo lo presumió, se dice que hasta posó orgulloso con el cuchillo que usó para matarlo después de haber cometido el asesinato y que muy sonriente dijo que había aumentado el número de las personas que había matado, que con el cubano sumaban 153 y no importaba uno más, y que agradecieran que ya hacía más de cuatro años que no se echaba a nadie al pico, y efectivamente desde su ingreso a Lecumberri el sapo no había matado a nadie aunque fueron muchas las peleas que este feroz criminal había tenido, al sapo se le confinó a la oscuridad de una de las peores celdas, la número 1, circular 2, del viejo penal, su vecino era “Goyo” Cárdenas, “El Estrangulador de Tacuba”, quien por cierto lo describió como un sujeto desagradable, enano, gordo y que siempre alardeaba las muertes en su haber, a pesar de su aspecto y carácter desagradable y de las terribles historias que a su alrededor se tejían en el mes de agosto del año 1953 se casó con María de Jesús Martínez de 18 años de edad, esta mujer se encontraba presa por robo de joyas y fue cautivada por la fama que tenía “El Sapo” entre las mujeres del penal, por lo que un día la joven pidió permiso para visitarlo y al conocerlo quedó flechada, fue amor a primera vista, por lo que de inmediato iniciaron los trámites para casarse y el director del Palacio Negro de Lecumberri les concedió 2 días de luna de miel en la celda del sapo el amor siguió aún cuando María de Jesús fue liberada, ya que lo visitó todos los días, mientras el Sapo estuvo preso en la Ciudad de México, ya que debido a su peligrosidad y a los crímenes que había cometido en 1960 fue trasladado a las Islas Marías, ahí llegó a tener fama de matón, nadie lo redimiría de ser un delincuente malvado, pero ahí en las Islas Marías tendría mejor suerte que en Lecumberri ya que se hizo gran amigo del sacerdote jesuita Juan Manuel Martínez Macías llamado “El Padre Trampitas”, porque era muy hábil en el juego de cartas y apostaba con los reos a quiénes siempre les ganaba, la amistad de El Sapo y El Padre Trampitas, forman parte de los recuerdos la comunidad de este archipiélago del Pacífico mexicano, y son recordados como si las historias de estos personajes hubieran ocurrido ayer, el sapo está catalogado en los anales de la historia de los delincuentes en México como uno de los peores asesinos, el sapo falleció en el año 1983, fue asesinado por otros reos que a machetazos le cobraron factura de crímenes cometidos en Lecumberri y el Padre Trampitas en el año 1990, fue tan grande su Amistad que el padre al morir pidió que sus restos fueran llevados a las islas Marías para ser enterrados junto con los de su amigo El Sapo, sus vidas quedaron plasmadas en el ex penal federal, ahora llamado centro ambiental y cultural y en el campo santo de las Islas Marías permanecen los restos de hombres y mujeres que se volvieron leyenda por sus historias de amistad, desamor y frustración, sin embargo El Sapo despertó el interés de juristas y psiquiatras y fue considerado por el Dr. Edmundo Buentello como un hombre con el “síndrome del pistolerismo”, funcional para una sociedad que hacía de la violencia una herramienta para el ejercicio del poder. Fue así que acabó la leyenda del “Sapo” el temido ex militar que con sus terribles y numerosos crímenes y su sangre fría así como su falta de arrepentimiento formó parte de las personalidades que estuvieron presas mientras que Lecumberri fue prisión de alta seguridad y mientras Las Islas Marías hospedaban a los delincuentes más sanguinarios de México.
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