Cuando un ser querido fallece se vale llorar por el dolor que nos produce su ausencia física pero debemos dejarlo partir al plano espiritual que le corresponde con la esperanza de que algún día nos reencontraremos.
Cuando un ser querido fallece se vale llorar por el dolor que nos produce su ausencia física pero debemos dejarlo partir al plano espiritual que le corresponde con la esperanza de que algún día nos reencontraremos.