Los carruajes son vehículos formados por una armazón de madera o metal montada sobre ruedas y generalmente cerrada y que se mueve tirado por caballos; antiguamente era un transporte de lujo, aunque en los tiempos modernos los carruajes quedaron solo en nuestros recuerdos y en los museos, existen carruajes que aparecen para causar terror a su paso; y una de estas historias sucede en Tlaquepaque, sus noches cercanas a Día de Muertos suelen ser tenebrosas, de muertos y aparecidos, en el mes de octubre con su particular luna llena, las noches suelen ser quietas y dentro de esa quietud es cuando los parroquianos han visto el carruaje de la muerte, muchas personas esas noches no salen de sus casas, se encierran a piedra y lodo y al filo de las 12 de la noche no se asoman ni por las ventanas, pero aún con las ventanas y puertas cerradas se puede escuchar el paso de la carreta, el ruido que hace es inconfundible, es un crujido, un sonido muy fuerte parecido al de un clarinete o tuba, el carruaje no lleva prisa y su paso es lento, recorre todos los barrios y no importa si llueve o las hermosas lunas de octubre alumbran de más las calles, esta carreta transita por las calles llevando consigo una especial pasajera, una señora flaca, que sonríe y enseña los dientes, esta tilica figura lleva las riendas y parece no inmutarse al sentir las miradas sobre ella, el caballo que jala el carruaje esta cojo, es de color negro y sus ojos lucen rojos cuando la luz los alumbra, su color es negro brillante y sus ojos hablan por sí solos pero no luce feliz, los perros le ladran al pasar pero el sigue su marcha sin ponerles atención, en este carruaje hay un invitado más, un ataúd, se cuenta que el carruaje después de recorrer las calles se dirige al panteón a dejar el ataúd, el cual ya no va vacío, pues dentro irá la persona que se haya atrevido a salir a la calle durante el paso del carruaje, durante su entierro no habrá nadie presente y solo al siguiente día redoblarán las campanas de la iglesia y se realizará misa de cuerpo presente, es bien sabido que los curiosos pagan con muerte la indiscreción de ver el carruaje de la muerte, el cual al volver del cementerio no rueda sobre las calles vuela sobre ellas.
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