La leyenda del Ahuizotl

En México existen muchas leyendas que llevan muchos años compartiéndose de boca en boca y tienen una fuerza impactante en el folklor y aún siguen vivas en nuestra cultura popular. Hoy recordaremos la Leyenda del Ahuízotl recogida de los escritos de Fray Bernardino de Sagahún en los tiempos de los aztecas. Era un ser a disposición de los dioses de la lluvia, un terrible monstruo de la mitología mexica. De acuerdo con las narraciones, era del tamaño de un coyote y se asemejaba a éste, sin embargo, poseía características únicas; su pelaje era gris y resbaladizo, pero cuando salía de agua, éste se volvía duro y puntiagudo (simulaba tener espinas), asimismo tenía manos y pies de mono. El monstruo se desplazaba de un lado a otro a través del agua y podía aparecer en los charcos o cuerpos de agua. No era posible advertir cuando el Ahuízotl iba a parecer, sin embargo, podía causar remolinos que arrojaban ranas y peces fuera del agua. La principal forma de ataque de la bestia era su cola, la cual poseía una mano con la que arrastraba a las víctimas hasta el fondo del agua. Tenía como tarea reclamar los cuerpos de aquellos elegidos por los  seres divinos para obtener su alma. En ocasiones, imitaba el sonido del llanto de un bebé o el movimiento de los peces para atraer a los pescadores y así poder atraer a sus presas. En ese instante les arrancaba los ojos, las uñas y los dientes, esto antes de liberar los restos mortales. A los cuerpos de las víctimas se les honraba especialmente, pues se les consideraban elegidos de Tláloc y Chalchiuhtlicue,
y residentes del primer cielo, el Tlalocan.

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