Adolfo de Jesús Constanzo desafió la credibilidad: lideró una pandilla de narcotraficantes que hacían todo tipo de ritos satánicos intimidar y deshacerse de su competencia, se crió con la santería ya que su madre, ejercía como santera. Su infancia fue dura, y tanto él como su madre fueron arrestados en varias ocasiones por vandalismo, robos y otros delitos menores. Ella siempre creyó que su pequeño hijo, al que tuvo a la edad de 15 años, tenía ciertos poderes psíquicos. Adolfo se hizo discípulo de un sacerdote del culto, quien le enseñó ciertas prácticas para comenzar a ejercer como narcotraficante y preparar estafas relacionadas con la religión que profesaban. A mediados de 1984 se convertiría en el líder de un culto que tenía a capos del narco, músicos famosos e incluso oficiales de policía bajo su mando. El culto establecido en Matamoros, vendía drogas, realizaba ceremonias ocultas y, para finales de 1987, secuestraba y asesinaba personas para usarlos en sacrificios humanos.
El 9 de abril de 1989, la policía mexicana detiene al conductor de una camioneta en el cuál se hallaron restos de marihuana. Tras horas de interrogatorio confesó que pertenecía a una secta de “magia negra” y que utilizaban un rancho para realizar sacrificios y rituales con seres humanos, además del narcotráfico. La policía registra el rancho hallando allí otros 110 kilos de marihuana y algo más macabro: un caldero de hierro con hedor pestilente que contenía sangre seca, un cerebro humano, colillas de cigarros, botellas vacías de aguardiente, machetes, ajos y una tortuga asada. Alrededor de la casa, una fosa común con doce cadáveres descuartizados, a los que les habían extirpado el corazón y el cerebro en algún extraño ritual. Entre ellos se hallaba el cuerpo de Mark Kilroy, al que habían amputado las dos piernas y extirpado el cerebro, y con parte de cuya columna vertebral Constanzo se había fabricado un alfiler de corbata que le servía de amuleto. Sin embargo en esa ocasión no fue atrapado. Ávido por obtener más poder, comenzó a efectuar más sacrificios en sus rituales para dar mayor espectáculo, siempre ayudado por una joven que se había convertido en su musa y amante, Sara Villarreal. Sara fungía como gran sacerdotisa del culto y participaba activamente en todas las sangrientas ceremonias, además de reclutar a nuevos miembros y explicarles las actividades. Adolfo convenció a los miembros de su secta de que tendrían el poder de hacerse invisibles si seguían al pie de la letra sus instrucciones: Se trataba de confeccionar un caldero mágico usando ciertos ingredientes especiales usados en los ritos de Palo Mayombe, como son la sangre y algunos partes del cuerpo humano que habían sido mutilados, preferentemente cerebros de criminales o locos. El rito terminaba con la ingesta del contenido del caldero formada con la sangre de la víctima, su cerebro y los demás elementos… según esto, era lo que les daría el poder que necesitaban. Finalmente, el 6 de mayo fueron descubiertos en un edificio ubicado en la calle Río Sena. Constanzo y los demás, habían hecho un pacto de suicidio mutuo si no lograban escapar de los policías. Al ver la gran cantidad de agentes que les rodeaban, ordeno a su compañero Valdez que le disparara y así fue como perdió la vida.