En México, el aire se siente diferente cuando llega el 28 de octubre. El viento huele a copal, las velas titilan sin razón y los perros comienzan a aullar mirando hacia la nada. No es un día cualquiera: es el primero del regreso de los muertos, cuando las ánimas solas —aquellas que murieron en accidentes, crímenes o tragedias— vuelven para buscar lo que no encontraron en vida: paz, luz y memoria.

Los antiguos creían que en esta fecha el portal entre el mundo de los vivos y el de los muertos se abre por primera vez, dejando pasar a los espíritus olvidados. No tienen altar, ni flores, ni rezos. Por eso vagan confundidos entre los caminos y los patios oscuros, siguiendo el resplandor de las velas que los vivos encienden para guiarlos.

Los veladores de los panteones cuentan que esa noche la tierra tiembla bajo las tumbas, que se oyen pasos descalzos y susurros que repiten nombres. En algunos pueblos, las familias colocan una vela y un vaso de agua frente a sus casas: dicen que es para las almas que viajan cansadas, para que no entren por error en la casa equivocada.

Si una vela se apaga sola esa noche, los viejos dicen que un alma ya encontró su altar… o alguien la está llamando desde el otro lado.

Algunos afirman haber visto huellas frescas sobre la tierra seca del panteón, aunque nadie más estuviera allí.

A las 3:00 a.m., la llamada hora de las ánimas, muchos sienten un soplido helado en la nuca, como si alguien los observara.

Los espejos deben cubrirse: se cree que los espíritus sin guía pueden quedar atrapados en su reflejo y manifestarse con golpes y sombras.

En Morelos, veladores aseguran que algunos cementerios “respiran”; el suelo se hincha y se contrae, como si algo intentara salir.

En Oaxaca, colocan cruces de sal frente a las puertas para impedir que un alma sola entre y se quede viviendo con los vivos durante todo el año.

En Veracruz, los testigos narran que una bruma densa cubre los caminos y deja ver figuras con el rostro cubierto, que desaparecen al amanecer.

El aviso de los muertos

Esa noche, los que tienen sensibilidad aseguran sentir miradas invisibles detrás de las cortinas o escuchar su nombre susurrado entre el viento. Otros despiertan con olor a flores marchitas, incluso sin tener altar. Se dice que son las ánimas buscando consuelo… o reclamando la luz que se les negó.

Por eso, en muchos hogares mexicanos, el 28 de octubre no se duerme temprano. Se deja una vela encendida en el altar, no solo por tradición, sino por respeto al alma que regresa cansada del otro lado.
Porque si no encuentra luz… puede quedarse contigo.

Los ancianos afirman que quien reza por las ánimas solas esa noche será protegido todo el año. Pero quien se burla o las ignora, puede escuchar su nombre susurrado entre los muertos.