El origen de las palmas que se colocan detrás de las puertas de las casas es poco conocido y aunque se encuentra relacionado a una celebración de la iglesia también se encuentra relacionado con las festividades paganas y algunos aspectos de lo sobre natural, cuenta la leyenda que la celebración de semana santa en Durango cambió y dejó de ser de recato, rezos, reflexión y recogimiento donde se estudiaba y se leía muchas veces las siete estaciones, los vía crucis y la pasión de Jesús el redentor del mundo, ahora por la magia del tiempo y su simple transcurrir, la concepción materialista de la formación humana y las teorías científicas del siglo XX, convirtieron a la Semana Santa, en semana de descanso, recreo, vacaciones, distracción mundana, mar y excursiones, en ese cambio de valores, costumbres y patrones sociales diferentes vivió Josefina, la protagonista de esta leyenda, era una chica muy simpática, morena clara, con ojos verdes y grandes , acababa de cumplir sus 18 años, amaba la vida y la disfrutaba a diario, tenía muchos amigos y pocos eran merecedores de su amor; una tarde de Viernes Santo, Josefina salió de su casa dispuesta a pasarla bien y se dirigió a la discoteca Cyclons, centro social distinguido y exclusivo donde se daban punto de cita lo más selecto de la sociedad juvenil duranguense, acompañada de un grupo de amigos se divertían mucho cuando llegó a invitarla a bailar un apuesto joven, con traje negro de rigurosa etiqueta y le dio el brazo por la penumbra del recinto y el relampagueo del permanente cambio de luces, sus facciones no se apreciaban del todo, pero su media filiación acusaba que cara delgada y facciones afiladas, sus ojos grandes y ligeramente oblicuos brillaban intensamente con la luz, bailaron toda la noche y fue tanta la empatía que consiguieron con el baile que todas las parejas del salón hicieron rueda en torno a ellos, de pronto todo mundo quedo estupefacto, nadie podía hablar ni pronunciar palabra, tampoco retirarse del lugar o dejar de mirar lo que observaban, como atraídos por un maleficio contemplaban todos con asombro y sin poderlo evitar, que aquel elegante bailador en lugar de zapatos tenía en un pie una pata de gallo y en el otro una pezuña de cabra, de repente un olor a azufre quemado se generalizó y continuó en aumento y nadie podía gritar, ni retirarse del lugar, no podían moverse y ante sus ojos observaron que la pareja comenzó a levantarse del piso y flotando llegaron hasta el techo del salón, de pronto se escuchó un ¡Ave María Purísima! en el preciso momento en el que se apagó la luz y el recinto quedó en tinieblas, al poco tiempo volvió la luz y todos los presentes comenzaron a cantar alabanzas y a orar, mientras tanto Josefina yacía tirada inconsciente en el centro de la pista, su vestido estaba quemado y en la espalda se le veía la carne viva con una mano estampada, el bailador no se supo de done salió, los guardias de la puerta nunca lo vieron pasar, sin embargo, una patrulla de tránsito y dos de policías uniformados que se encontraban estacionados en la calle, escucharon un tremendo arrancón y vieron una inmensa nube de polvo al mismo tiempo que una voz cavernosa y burlesca que invadía toda la cuadra se escuchaba muy amplificada, irrumpiendo en una carcajada macabra y sin fin, ja, ja, ja, a Josefina se le recogió en estado de inconciencia y cuando era conducida al Hospital en el camino desapareció misteriosamente, la noticia se extendió por todos los confines de la ciudad, la familia de Josefina horrorizada huyó de la ciudad sin dejar rastro, ni dejar información de su nuevo domicilio, todas las familias durangueñas se sacudieron de terror con esta leyenda y tras las puertas de sus casas se apresuraron a poner una cruz de palma bendita, de las palmas que acababan de cosechar ese Domingo de Ramos, según la leyenda a partir de entonces en los hogares se colgaron cruces formadas con las palmas del Domingo de Ramos, evitando que el Diablo entre a sus casas.
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